21 Julio 2020

Juan Rejano, un cordobés en la Escuela de Vallecas

Publicado en Ocio y Cultura

Historia de Vallecas

Jesús López | Vallecasweb
Desde un tiempo remoto se ha venido forjado el mito fundacional de la Gran Vallecas sobre el proverbial carácter de sus vecinos en materia de hospitalidad. Basta pensar en la calurosa acogida de las múltiples oleadas de forasteros que desde sus lugares de origen, desperdigados por la geografía peninsular, arribaron a nuestra estepa mesetaria, allende la década de los 50 del pasado siglo.



Incluso es posible retroceder unas cuantas décadas en el reloj de la historia para percibir esta generosa virtud de la “gens vallecana”, presente en la emblemática corriente plástica denominada Escuela de Vallecas, que tenía como principio la creación de un arte de vanguardia enraizado en los elementos naturales del paisaje árido y nutritivo de nuestros campos de Vallecas. Tal es así que sus principales impulsores Alberto Sánchez, Benjamín Palencia y Maruja Mallo, eran originarios de Toledo, Albacete y Lugo, respectivamente.

Además, se encuentra en su nómina una coincidencia en la procedencia territorial de dos de sus miembros, ambos oriundos de la provincia de la “lejana” Córdoba. Por un lado, el pintor Antonio Rodríguez Luna, nacido en Montoro, y, por otro, el poeta de Puente Genil, Juan Rejano; aunque las semejanzas de este último —objeto de desarrollo en este artículo— con la Escuela de Vallecas obedecen a un lazo de apego con varios de sus precursores, más allá de la aceptación de los postulados artísticos principales de la propia Escuela.

Juan Rejano es una de las tantas voces sepultadas en el olvido del destierro que le llevó a residir en México, desde el 13 de junio de 1939, que desembarcó del buque Sinaia en el puerto de Veracruz, hasta el 4 de julio de 1976, fecha de su fallecimiento, justo unos meses antes de su proyectado regreso a su añorada patria. En sus orígenes como escritor, estuvo vinculado con la intelectualidad malagueña, gracias a su relación con el escritor Esteban Salazar Capela, que también le introdujo en los círculos madrileños, durante el escaso tiempo que el poeta residió en la capital.

En estos años de fervor previo a la proclamación de la República, no existe constancia alguna de acercamiento social con los integrantes de la Escuela, ya que la tertulia más representativa que frecuentaban “los vallecanos” fue la del Gran Café de Oriente, situado en la puerta de Atocha, mientras que Rejano participó el Regina o el Lyón, cerca de Cibeles, donde se reunía todos los sábados con Ayala, Arconada o el propio Capela.

Sin embargo, no cabe la menor duda de que cualquiera de los integrantes de la Escuela de Vallecas o bien de sus amistades más cercanas, leerían bien los libros de la literatura soviética, publicados a principios de los 30 por la Editorial Cénit, —en la que Rejano ejerció como secretario literario—, o bien los artículos periodísticos que nuestro poeta publicó en La Nueva España o en La Gaceta literaria.

Monumento a Zurbarán y a Miguel Hernández. Alberto Sánchez, 1959. (© Foto: VALLECASWEB.COM)Monumento a Zurbarán y a Miguel Hernández. Alberto Sánchez, 1959. (© Foto: VALLECASWEB.COM)

En la Exposición de Rodríguez Luna. A la izquierda de la imagen Juan Rejano y, a continuación, Rodríguez Luna y el poeta León Felipe. (© Foto: VALLECASWEB.COM)En la Exposición de Rodríguez Luna. A la izquierda de la imagen Juan Rejano y, a continuación, Rodríguez Luna y el poeta León Felipe. (© Foto: VALLECASWEB.COM)

Portada de “El Genil y los olivos”, editado en México en 1944 (© Foto: VALLECASWEB.COM)Portada de “El Genil y los olivos”, editado en México en 1944. (© Foto: VALLECASWEB.COM)

Juan Rejano nunca pudo regresar a España desde el exilio. (© Foto: VALLECASWEB.COM)Juan Rejano nunca pudo regresar a España desde el exilio. (© Foto: VALLECASWEB.COM)

Tienen que llegar los primeros días de febrero 1937, tras la caída de Málaga y su infausta “Desbandá”, para que aparezca el primer testimonio escrito, en este caso literario, que enlaza al poeta pontanense con algunos de “los vallecanos”, en la novela “Aquella Valencia”, de su mentor Salazar Chapela.

En aquellas páginas, el escritor malagueño narra la llegada de Rejano al café Ideal Room, punto de encuentro del mundo de la cultura que buscó refugió en Valencia, ante el sitio de Madrid. En esa secuencia, junto a Salazar Chapela se encontraban Rodríguez Luna y Luis Lacasa, cuñado del escultor Alberto Sánchez, arquitecto que, meses después, se encargó, junto a Josep Lluís Sert, del proyecto del Pabellón de España para la Exposición Internacional de París en 1937.

Esta anécdota de la ficción abre la puerta a una amistad continuada con su paisano cordobés, Rodríguez Luna. Amistad que se forjó desde los inicios del exilio en México, cuando les unió la vecindad en la Colonia Tabacalera. Asimismo, Rejano le dedicó al pintor uno de sus poemas en el “Libro de los homenajes” (1961), titulado “Elegía desde un cuadro de ARL”. Del mismo modo, en su poemario póstumo “Elegías mexicanas”, publicado en 1977, aparece un texto encomiástico titulado “El pincel de RL”.

En ese mismo “Libro de los homenajes”, asoman poemas dedicados a Rafael Alberti, donde se muestra esa peripecia común de melancolía y nostalgia por la patria perdida, y al gran Alberto Sánchez, con el título “Encuentro con Alberto Sánchez”. Homenaje que el escultor toledano correspondió con el regalo a Rejano del “Monumento a Zurbarán y a Miguel Hernández”, en óleo sobre cartón.

Por último, debe referirse el afecto cordial que mantuvo con el escritor alcarreño Herrera Petere. Una vez en México, entre febrero y septiembre de 1940, ambos pertenecieron al comité de redacción de la revista Romance. En julio de ese mismo año, Rejano redacta un atinado artículo en la revista “España Peregrina” sobre la publicación de la novela de Petere, “Niebla de cuernos”. Más de dos décadas después, —una vez que el alcarreño estuviera ya afincado en Ginebra—, aparecerá en la Revista Mexicana de Cultura el artículo “Petere en México”, donde Rejano celebra la implicación en la cultura mexicana del primero y alaba la dedicatoria que aquel le brindó en su poemario “Rimado de Madrid”.

Por otro lado, dentro de esta ida y vuelta de periodismo laudatorio, Petere escribió a mediados de noviembre de 1944, en El Nacional, una reseña con el título de “Un río de poesía”, relativa a la publicación de “El Genil y los olivos”. En este excelente poemario resuenan los ecos y la proximidad del "Cancionero", en la línea del popularismo de Alberti y Lorca, con esa visión colorista y sensitiva del campo andaluz, cuya temática predomínate es la nostalgia de la patria perdida que se aleja para no volver. Una patria a la que Juan Rejano ya nunca pudo regresar, formando parte de la ese inventario del patrimonio cultural etiquetado como la “España del Destierro”.

(*) Vallecasweb agradece a la Mesa de Cultura de la Villa de Vallecas y el Club de Poesía ViVa su colaboración en la elaboración de este reportaje, contribuyendo a la recuperación de la Historia de Vallecas.

(*) En la imagen que abre esta información, Juan Rejano retratado por Miguel Prieto en 1947. (© Foto: VALLECASWEB.COM)

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Comentarios (1)

  • Juan sin. Credo

    Juan sin. Credo

    22 Julio 2020 a las 16:45 |
    Hermosa labor de Vallecasweb en la difusión del patrimonio cultural vallecano

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